La formación artística desde niño viene impulsada por un hogar donde el arte está siempre presente, además de la música y el cine y los libros de historia, decir que en el piso de arriba vive la hermana uno de los grandes dibujantes y humoristas gallegos del siglo XX Álvaro Cebreiro, donde pasa muchas tardes observando los dibujos del artista, y enfrente el genial artista polifacético Gerardo Porto importante apoyo en su vida y quien le transferirá la mayor virtud de un hombre, la humildad.
Sus antecedentes plásticos son las obras de arte con las que se encuentra cara a cara en los grandes museos de Europa y Estados Unidos, la manera con la que los grandes maestros de enfrentan a los problemas, las técnicas, el uso del color y sobre todo la luz.
Su reafirmación por los medios tonos y los grises creando atmósferas densas y con gran contraste desde donde nace el color es lo que da a su obra su carácter espiritual intimo y reservado, casi ausente de figura humana donde si aparece lo hace en algún rincón, y donde todo el protagonismo lo lleva la inmensidad arquitectónica y los toques de luz sobre los elementos que componen la ciudad, sin estridencias ni exageraciones cromáticas, buscando “el equilibrio”. Insinúa los elementos arquitectónicos con vaguedad, sin resaltar, aunque parezca que respiran, y abrigan la vitalidad del tráfico donde todo es frenético y bullidor. Transforma en imágenes casi poéticas, muy placidas, algo que por naturaleza como son las escenas urbanas, frenéticas y estresantes, no lo son.
Un realismo expresionista con tintes postimpresionistas, es la manera con que necesita expresar su inquietud por lo que ve en New York
"A Roberto Yepes, Nueva York le pedía una historia. Él la escribió con pincel y una visión de atmósferas envolventes que hablan del bullicio sin gente. Porque, en este caso, son las líneas verticales de los edificios, los semáforos o las luces reflejadas en los charcos los que gritan. El pintor prescinde de las personas y de los sitios conocidos. No hay más referencia que el frenetismo que se respira en calles que se distinguen por números.
El espectador tiene la oportunidad de realizar un paseo newyorkino en el que estará arropado por monstruos de hormigón. Edificios anónimos que Yepes fue recogiendo con su cámara y que hoy relata a modo de lienzos. Son acrílicos que se mueven entre el hiperrealismo y tienen toques expresionistas e impresionistas.
En este sentido, el coruñés busca un encuadre distinto y como si fuera un peinado, lo difumina con laca. Entonces, Nueva York amanece en cada cuadro en una atmósfera distinta. Yepes confiesa que ese ambiente tiene mucho de William Turner, al que considera su guía en la pintura. Es así como las composiciones adquieren un matiz romántico que hace que el público piense por un momento en dar un salto para situarse en el asfalto y beber de esa magia que Yepes anuncia. En una ciudad que nunca duerme."
Marta García Márquez.
(El Ideal Gallego)
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