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miércoles, 25 de enero de 2017

JUAN MANUEL AYALA: PINTURA SOBRE TABLA CON TINTES FLAMENCOS



JUAN MANUEL AYALA
Juan Manuel Ayala no acostumbra a firmar sus obras pero la rúbrica no es necesaria para identificar su más que reconocible estilo y factura de sus obras.
Ayala es uno de los pintores cordobeses más entrañables y que se mantiene en la más absoluta intimidad y austeridad. Y es que Córdoba ha dado como fruto de su cultura y de su riqueza patrimonial, grandes artistas que se sientan a pintar en medio de la soledad, las pintorescas calles de la ciudad y sus personajes cotidianos.

Lejos de la fama ansiada por muchos de los artistas de nuestro tiempo, Juan Manuel Ayala cultiva su arte no para la admiración de la humanidad sino como desarrollo de su espiritualidad y de su persona.

El artista no es un artesano pero del mismo modo, no sólo se realiza como tal magnificando su obra, sino también, presta sus dotes artísticos para realizar magníficas pinturas y cuadros al oleo que requieren de su maestría.

En este caso, es sólo un grupo reducido de familiares y amigos los afortunados con los que comparte su vida y el don más preciado que tiene, la pintura. Y en ocasiones realiza trabajos de restauración como la intervención pictórica en el palio del popular Cristo cordobés, el Rescatado, el cuál gracias a su colaboración pudo lucir sus colores originales durante la Semana Santa de su ciudad natal.

La obra de Ayala es muy rica y fácilmente identificable, tal es su representativo y peculiar estilo que recuerda a los más grandes pintores de siglos pasados. En sus obras de arte podemos encontrar pinturas sobre tabla con tintes flamencos como los retratos al estilo de los hermanos Van Eyck, o las representaciones de la Madonna de expresiones renacentistas que recuerdan a La Virgen de las Rocas de Leonardo Da Vinci.


El Nazareno de la muralla o Cristo del Adarve es un lienzo de Juan Manuel Ayala, artista del mismo barrio cordobés y quien se encargaría de restaurar la pintura tras el daño causado por un acto humano de pura ignorancia. Una imagen que la propia devoción y fervor popular ha fraguado sobre la muralla del Adarve, creando un culto urbano que intenta conservarse y aún sigue produciéndose en diferentes callejones de la ciudad con ofrendas de flor o cera. 
Éste forma parte del patrimonio que vuelve a recuperarse en uno de los barrios más castizos de Córdoba, donde la estética deteriorada de una muralla almorávide se mantiene viva por la actual idiosincrasia del barrio. Al fin y al cabo, y para los más escépticos, se convierte en una forma de salvaguarda para las murallas de una ciudad que nos cuentan algo más de lo que vemos.


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